Parece que la condescendencia mostrada por las potencias occidentales con las revueltas en Egipto, así como la relativa complicidad de su ejército, están llegando a su fin. Si hasta hace unos días todos los mensajes eran de apoyo a los manifestantes, ya empiezan a decir que están yendo demasiado lejos:
El llamamiento a la responsabilidad de los egipcios realizado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas para que sus protestas no sigan "afectando negativamente a la economía" del país ha caído en saco roto.
“Responsabilidad” significa aquí dejarlo todo en las sabias manos del ejército para que ellos hagan lo que consideren y cuando consideren.
Pero la realidad es que todavía es necesario concretar los logros de esta movilización, ya que sus demandas iban y van mucho más allá de las vagas promesas:
hasta la fecha no se han cumplido algunas de las principales demandas del movimiento revolucionario. La Ley de Emergencia, que permite detener por tiempo indefinido y concede grandes poderes al nuevo Gobierno, no se ha derogado, a pesar de que el Ejército se comprometió a hacerlo una vez las cosas “volvieran a normalidad”. Por otra parte, la excarcelación de presos políticos está siendo extremadamente lenta y, de momento, solo alcanza a algunos de los detenidos durante las protestas.
Alentados por la revuelta popular de la plaza de la Liberación, cientos de miles de trabajadores se han negado a acudir al trabajo hasta que no mejoren sus condiciones laborales y/o sus sueldos o se despedida a los directivos de sus empresas a los que se acusa de nepotismo, corrupción o autoritarismo ligado al régimen del depuesto Hosni Mubarak [EL PAÍS].